miércoles, 6 de agosto de 2008

De Atenas 1896... a Pekín 2008

Se acabó hablar de contaminación. Se acabó hablar de libertad política en China y de derechos ultrajados en el Tibet. Se acabó hablar de tantas y tantas cosas que durante meses se han repetido con insistencia desde distintos escenarios hasta acabar aburriendo al personal en una guerra tan estéril como interesada. Quienes hasta la fecha han utilizado al deporte para sus fines –no siempre legítimos– tienen que hacer desde ya mutis por el foro y, simplemente, admirar el esfuerzo y la entrega de los miles de atletas llegados a Pekín desde todos los confines del planeta sin más objetivo que ofrecer lo mejor de sí mismos. Sin fines políticos, sin intereses ocultos, sin ambiciones mezquinas... Señoras y señores, llega la hora de los Juegos Olímpicos de Pekín, esto es, del mayor acontecimiento que se pueda organizar en cualquier punto de la tierra. Nada se le puede comparar... Por fin serán los deportistas quienes dirijan la batuta y se conviertan en actores y protagonistas de un evento que nació para mayor gloria del ser humano, con todo lo que ello comporta. 108 años después de que los Juegos fuesen reinstaurados por el barón Pierre de Coubertin –un aristócrata francés que, tras realizar una visita el antiguo estadio olímpico de Grecia, tuvo la brillante idea de recuperar el evento– la cita llega a China, que amenaza con organizar los mejores Juegos de la historia. ¿Alguien lo duda...? China ha trabajado mucho para ofrecer al mundo una imagen renovada del milenario país. Muchas cosas han cambiado en el gigante asiático; otras, en cambio, no. Hay que darle su tiempo. No se pasa de una dictadura a una democracia en tres días. En España lo sabemos bien. En cualquier caso, ya no se discute que nada será lo mismo en aquel país a partir de mañana, día de inauguración de los Juegos.